En 4ta. liceo seguimos con el Romanticismo. En un pequeño taller, sorteamos personajes ficcionales y nos vimos frente a la tarea de redactar una carta con estilo romántico. Aquí, dos exponentes: Dido y Eneas.
Amado Eneas:
¿Es nuestro amor el más
grande de la Tierra? ¿Más poderoso del que hay en el Olimpo, donde
los dioses inmortales viven y juzgan nuestro andar?
Queridísimo Eneas, me
fascinó la expresión de amor que experimentamos, aquel encuentro
que tuvimos entre los bellos elementos de la naturaleza. ES imposible
olvidar el cantar de las aves, el verde de los árboles, el ruido del
viento y de las aguas que se unían y formaban un armonioso cantar,
así como nuestros labios que al unirse nos hicieron sentir esa
armonía.
Pero, ¡ay, amado!, ¿es mi
sensación o realmente eres indiferente a estos sentimientos tan
profundos? Si tan sólo supieras el dolor que siento al despertarme
en la mañana y saber que no puedo disfrutar el día a tu lado, ya
sea porque te has ido a cazar o porque practicas el arte de las
armas. Pero me consuelo al saber que tu hijo, un pequeña parte de
ti, está a mi lado y lo cuido como si fuera mi hijo, nuestro hijo,
fruto del amor que vive en nuestros corazones.
Para sincerarme, hermoso
Eneas, creo que a veces mi amor es mucho mayor que el tuyo, y
entonces siento que tu amor no existe. Dime, amado, ¿cómo podría
vivir en un mundo sin tu amor?, ¿cómo lograría continuar sabiendo
que no te tengo?
Aún viven en mí las
esperanzas de que tus sentimientos vuelvan a florecer, como aquel día
en la cueva del amor, pero me es imposible dudar.
Ten seguridad de que si no
puedo vivir contigo, no viviré más. Mis ojos no verán más la luz,
mi piel no sentirá más las caricias, mi boca no pronunciará más
mi dulce voz.
¡Te amo, Eneas! Nunca lo
dudes.
Dido (Paula de los Hoyos.
4ta liceo)
Dido:
Mi
amada de hermosa cabellera, siento un gran pesar en mi ser al
escribirte, pero creo que sería más devastador para ambos decirlo
en persona. Los dioses quieren que continúe con mi travesía para
llegar a lo que será el futuro hogar de los troyanos. Ya lo sabes,
ése es mi destino. ¡Destino! Qué divertida palabra. Parece que fue
el destino quien nos unió, el que nos hizo sentir esa magia, el que
nos hizo perder en nuestros abrazos y besos, y consumir esa pasión.
Pero, a la vez, es el destino quien nos separa.
Cada
vez que caminaba por tus tierras, quedaba asombrado por la majestuosa
ciudad que reinas, pero después me imaginaba reinándola contigo, a
tu lado, como tu fiel compañero, como alguien que siempre te amará.
¿Alguna vez anduviste por las largas calles de tu ciudad? Se puede
ver la joven inocencia corriendo y jugando por todos lados, nosotros
pudimos haber sido los padres de una de esas mentes inocentes.
Seguro, Julo lo hubiera amado y protegido como el hermano mayor que
sería.
Mientras
te escribo, mis compañeros preparan la embarcación, pero parece que
soy el único troyano que siente el gran pesar de partir. Me
enloquece la idea de que no podré ver esos ojos cada mañana. ¿Cuál
es mi razón para despertarme, si no lo voy a hacer a tu lado? Tan
sólo pensarlo y siento una extraña sensación en mi garganta,
cuando imagino un futuro sin poder abrazarte y sentir tu piel.
Me
cuesta mucho seguir escribiendo. Mis ideas y sentimientos están en
mi cabeza, pero por alguna razón no los puedo plasmar en el papel.
Me despido de vos para siempre, ya no creo tener fuerzas suficientes
para volver a verte, salvo que el destino juegue con nuestras vidas y
volvamos a encontrarnos.
Eneas (Juan Mena. 4ta liceo)